POR: IVÓN TAPIA ORNELAS
Los arquetipos, y estereotipos de
género, son temas complicados, y muy sensibles en todas las sociedades, ambas traen consigo un complejo arraigo
histórico y cultural impregnado en lo más sutil del inconsciente colectivo,
mismo que enaltecen a la complicidad e interpretación que pudiésemos dar desde
diferentes opiniones, diferentes culturas, sociedades, estadios, tiempos y
puntos de vista, este mosaico de diversidades sería incluso enriquecedor en el
bagaje cultural, pero siempre diseñado en estructuras construidas durante
largos periodos de tiempo.
Me atrevería a mencionar al gran
maestro de la psicología analítica Carl Jung en su teoría de los arquetipos ya
que detalla nuestra herencia psíquica, donde la mentalidad humana, la cual conserva
la evolución de la misma sociedad, desde
el inconsciente colectivo y donde se ve reflejada
en nuestras emociones, en lo aprendido
de generaciones en base a
representaciones ancestrales, imágenes o simbología de cada cultura y sociedad,
en cada época histórica. Jung hace
mención de la teoría de la personalidad del
Anima-animus (mujer-hombre), es decir las mascaras que nos ponemos ante el
inconsciente colectivo, ligados a los
roles sexuales que jugamos en la
sociedad, de ahí es donde partimos para el desarrollo de este ensayo.
Los arquetipos representan ideas,
mitos, leyendas, historias que son muy poderosas y fuertes, ya que llegan al centro de la raíz de la
psique del individuo, mismos que rigen una serie de valores, creencias, usos,
costumbres, incluso, cargadas de moral y de culpas, que son heredadas por el
individuo por generaciones y se sitúan explícitamente de manera geográfica y
cultural de diferentes estadios, en distintos tiempos y espacios. Estas ideas y creencias
son construidas, dando etiquetas de lo que universalmente está permitido, de el
significado de cada cuestión, de cada estereotipo, de los roles sociales y
sexuales. Tales etiquetas, tales denominaciones, suelen ser avasalladoras,
dominantes e inclusive determinantes para el individuo que no cuestiona, que
simplemente toma y hace de si lo ya establecido, lo que ya está hecho y
legalizado por las instituciones, y la primera institución es la familia.
Partiendo que el ser humano es la
dualidad por naturaleza y que posee una dicotomía sexual, y que ambos forman un todo y que la mitad de
uno pertenece al otro. Teniendo en sí y en su
“yo” la otredad del ser una unidad, es decir lo masculino-femenino, que
no van separados ya que nuestro cerebro tenemos un claro ejemplo de esa unidad que se
divide en dos hemisferios, dos polos izquierdo y derecho, pero unido entre sí
para su optimo funcionamiento, podremos detallar que la otredad es parte de
nosotros mismos y que los arquetipos no son meramente biológicos sino
aprendidos y aprehendidos a través de las representaciones simbólicas
generacionales.
El manejo de arquetipos es el
arraigo de culturas, de mitos y de historias ancestrales, en los cuales las
representaciones pesan como lastre en nuestro inconsciente colectivo, la figura
del padre dominante generacional cuyo icono es la fuerza, el dominio, el poder,
la parte protectora, convertida muchas de las veces en una tiranía absoluta e
incuestionable, otras en héroe, mientras
que el arquetipo de la madre es una representación abnegada, sumisa, educadora,
cuidadora, entregada, que no cuestiona, reprimida, dueña de sus hijos y de un
hogar, dadora de vida, siempre al servicio de los otros, sujeta a la potestad de una figura masculina para su
protección ya que no es dueña de si misma, es siempre dependiente hasta en lo
emocional. Arquetipos que datan de
siglos de antaño y que son reforzados por el núcleo familiar, las religiones e instituciones y que se arraigan fuertemente al
inconsciente, y llevadas al consciente
donde se vive la realidad.
Mencionemos como parte de todo el
arraigo mencionado a los estereotipos de género que son un tanto más
digeribles, y veremos que son las características y rasgos que se tienen que
asumir en la sociedad, el comportamiento asignado a cada sexo:
El hombre no llora, es fuerte, es
proveedor, los niños visten de azul,
juegan con carros, etc.; mientras que la
mujer, sufrida, entregada puede llorar todo lo que quiera, viste de rosa y
juega con muñecas y juegos de té, etc.
Los arquetipos son formaciones
universales generacionales, por mitos, leyendas, simbolismos, historia y que
tienen un arraigo íntimo basado en un ideal, en un principio para generalizar ya que es primario y ancestral, pero que sin
embargo evoluciona en base al tiempo y las diferentes épocas históricas, mientras que los estereotipos de género son
para definir metas y lo que se busca para cada sexo, formaciones en
representaciones que dividen y excluyen.
Ambas definiciones suelen ser ya
inconscientes y manejadas como normales, patrones generacionales inculcados al inconsciente
y devueltos al consciente en forma de actores, de roles sociales, culturales y
sexuales de un comportamiento el cual es el correcto.
Estos aprendizajes son adquiridos
por el principal pilar educador que es la familia, pasando después por a
escuela, y las instituciones adoctrinadoras, aunado a esto también el entorno social donde se desarrolla el
sujeto y en la actualidad los medios de comunicación.
Hay opiniones donde se dice que
el arquetipo y el estereotipo son totalmente diferentes por que el arquetipo
suele ir más allá del tiempo y el espacio, donde las costumbres cambian a
través de los años. Sin embargo pienso que van de la mano, ya que ambos no son,
ni serán estáticos y ninguno de los dos son de carácter biológico.
Es entonces, que si es posible el
cambio de forma de pensamiento y de la apertura a un pensamiento más abierto y
al paso de nuevas ideas y construcciones benéficas que nutran nuestro entorno y el mejoramiento
de nuestras sociedades. El libre
albedrío es el mejor antídoto para lograr esta transmutación y dar el salto
hacia la mejora de las generaciones futuras en base a la asimilación de
arquetipos y la deconstrucción de estereotipos de género más ad hoc a nuestra
modernidad y a lo que realmente sería un entorno de sociedad más productivo,
mas llevadero, más feliz, más libre.
Es entonces que la otredad ya no
se vería tal cual, aceptaríamos las diferencias, pero en unidad, en
compañerismo y daríamos paso a una nueva educación más incluyente, más
equitativa; a tal grado que llegando a equipararlas resultaría posteriormente
algo que para muchas y muchos resultaría una quimera: la igualdad misma.
Tenemos que resaltar que la
educación desde edades muy tempranas tendría que ser totalmente diferente,
dando paso a la nueva generación de hombres más sensibilizados, más
conscientes: “las nuevas masculinidades”
Las nuevas masculinidades buscan
romper con paradigmas, con patrones de arraigo y sometimiento para la sociedad
en general, el arquetipo del patriarcado quien es dominante, violento y que
tras generaciones se vivieron en muchos hogares violencia intrafamiliar y
desvalorización hacia las mujeres haciendo de estas entes invisibles al
servicio y disposición de toda la familia, menos de ella mismas. Las nuevas
masculinidades buscan la participación en el hogar, así como la concientización de llevar una
convivencia sana, de comunicación, de amor, de demostración y de equilibrio.
Dejando así un espacio de armonía, de entendimiento, de valorización y de
inteligencia emocional.
Las posturas arcaicas machistas
datan desde hace siglos, son impuestas por el sistema, para llevar un mejor
control, avaladas también por las diversas religiones. En un sistema de
sometimiento para el hombre y la mujer, para todos los individuos en general,
ya que el opresor y los oprimidos sufren por igual esta carga cultural y social.
La introspección de este
mecanismo, es importante por que nos da
un amplio panorama de que el poder
masculino distorsionado dentro del hogar y la sociedad, ha servido a los que
manejan los poderes políticos, económicos, culturales e ideológicos, para el claro sometimiento y control de los individuos.
Estas posturas patriarcales ahora resultan obsoletas y fuera de contexto, ya
que hay mucha gente que va despertando cada vez más y más a un nivel de
consciencia mucho más elevado. Esto lo podemos ver simplemente en la justicia,
en el parámetro de no dañar a la otredad con nuestro comportamiento. Y no se
está tocando en ningún momento alguna religión, simplemente es ver hasta donde
puede uno como ser humano cambiar su propio “yo” para transformarse a si mismo, a
su entorno, empezando por su pareja, su familia, sembrando una semilla de
consciencia colectiva.
La idea fundamental es llevar
esto a la educación de los niños, en la familia que es el principal promotor del
desarrollo del individuo dese los 0
hasta los 6 años. La educación que se va a dar, la calidad en el despertar de
una consciencia colectiva cuyo propósito
es el mejorar el estilo de vida para que la persona no sufra más castraciones
sociales, y para el fluir de una sociedad más justa, más libre, con una mejor
economía y con menos daños emocionales.